HANNIBAL
Director: Ridley Scott
Con: Anthony Hopkins, Julianne Moore, Gary Oldman, Giancarlo Giannini, Ray Liotta,


27/02/01 - POR CESAR BEDON (cesarbe@yahoo.com)

Mandarse a hacer la segunda parte de una película sin haber entendido la primera es, sencillamente, algo estúpido. Cualquiera que haya visto "El silencio de los inocentes" sabrá decir que el encanto de Hannibal Lecter --uno de los villanos más fascinantes del cine de los últimos años-- no es exclusivamente (ni siquiera principalmente) su desviación gastronómica, sino su inteligencia. El filme de 1991 se convirtió en un clásico, entre otras cosas, porque es una mirada inquietante en la mente de un psicópata habilísimo que, sólo por divertirse, psicoanaliza a la agente del FBI encargada de sonsacarle información valiosa. Por otro lado, el planteo de la situación (psicópata ayudando a agente del orden a atrapar a otro psicópata) era impecable y en ello el canibalismo de Mr. Lecter era, por decirlo de un modo huachafo, la cereza del pastel.

El problema con "Hannibal", secuela de este filme, es (entre otras cosas) que los productores nos entregan la cereza solamente y, para que nos vayamos contentos a casa, nos regalan un puñado de cerezas más. La continuación de "El silencio de los inocentes" es apenas un policial estandar, con un trabajo de fotografía y maquillaje extraordinarios, eso sí, y una cantidad de sangre y vísceras poco común en Hollywood (recomendación: ir a verla con el estómago ligero). Pero el Hannibal Lecter de este filme es el hermano misio del de la primera parte: ya no deslumbra ni (ups) atemoriza.

Voy por partes. Para empezar, llama la atención la presencia de Juliane Moore ("Magnolia") como la agente Clarence Sterling: parece que Jodie Foster, quien interpretaba ese papel en la primera parte, cobraba más caro. Moore es una buena actriz, pero en mi opinión no es la elección más adecuada; uno de los atributos del personaje de Clarice era su fragilidad interna, lo que además hacía su gesta más heroica. Esta fragilidad era proyectada en parte por su apariencia física (Foster es una actriz menuda, con cierta inseguridad intrínseca: aunque parezca banal hablar de la apariencia física de un actor, finalmente buena parte de la imagen que proyecta está dada por ella). Juliane Moore no transmite esa fragilidad y, peor aún, no ha sido bien dirigida: la Clarice Sterling de este filme nunca se asusta. Si ella, que es la protagonista, no siente miedo, ¿cómo diablos espera el director que nosotros lo sintamos?
Y es que Riddley Scott, director y co-productor, no es precisamente un artista completo. Está más preocupado por la iluminación (y obsesionado con los ventiladores, dicho sea de paso; ver "Blade runner" por ejemplo) que por su historia o sus actores. No es un buen narrador. Tómese como muestra la escena de acción inicial: la redada del FBI. Scott, fiel a su estilo videoclip (del cual es un exponente tiesco, ¿qué hubiera sucedido con David Fincher en la dirección, por ejemplo?) edita toda la escena de manera tal que el espectador es incapaz de seguir la acción. Los planos son rápidos, sí, violentos, sí, pero desorganizados. Y por tanto confusos. Este estilo está de moda en Hollywood, y el mismo Scott lo utilizó en la inexplicablemente multipremiada "Gladiador". Pero no le hace favor alguno a la historia.

Dicho sea de paso, la historia --preocupante aparición de David Mamet como guionista-- es casi inexistente. Quiero decir: suceden cosas, pero no tienen conexión entre sí y sospecho que la idea era hacer que Hannibal se diera unas vueltas por ahí, a ver qué pasaba. Hay varias inconsistencias, pero no quiero estropearles el filme revelándolas. En todo caso me parece que, si al momento de prenderse las luces en la sala, uno piensa, extrañado, "¿ya se terminó?", quiere decir que algo no ha funcionado. La novedad, en todo caso, es la dimensión romántica, ya anticipada en la primera parte (¿no estaba después de todo Hannibal Lecter enamorado de Clarice?) y aquí mucho más explícita, pero su desarrollo es muy pobre.

Anthony Hopkins está correcto en su papel. La historia, sin embargo, lo ayuda poco: mientras en "El silencio de los inocentes" estaba casi todo el tiempo encerrado en una celda, en "Hannibal" se mueve libremente por las calles y eso, aunque parezca paradójico, lo vuelve menos intimidante. Gary Oldman, irreconocible gracias a un trabajo soberbio de maquillaje, hace más o menos lo de siempre, y me parece una lástima que un actor tan talentoso como él esté encasillándose.

El aspecto de este filme que todos terminarán comentando es, sin duda, el más visceral. Y no estoy hablando en sentido figurado. Imposibilitados de darle profundidad a la película, los productores decidieron añadir un poco más de canibalismo. No es que me parezca mal, de hecho la mejor escena (casi al final) tiene que ver con esta práctica. Y con una gorrita. No le estropearé la escena a nadie pero dejaré constancia de que, en mi opinión, es una escena brillante. Pero lejos de levantar el filme, termina revelando las intenciones de los productores: hacer cine-shock, cine-cáscara, cine barato para consumir y olvidar.

En fin. Ridley Scott va acumulando cada vez más metraje de películas mediocres luego de una realmente notable como "Thelma y Louise". "Hannibal" es, me da pena decirlo, algo que "El silencio de los inocentes" no se merecía.